Es muy frecuente utilizar una corrección verbal (chss, no, ¡ey!...) o física (tirón de correa, collares de ahogo o púas, “toques”...) para intentar que nuestro perro deje de hacer algo. Pero, ¿qué ocurre cuando hacemos ésto?
Pues lo que ocurre es que en muchas ocasiones, es que la conducta cesa, deja de repetirse y pensamos que funciona, ¡error!. Aparentemente funcionan, pero por el hecho de que tiene miedo a la consecuencia de su conducta, a la corrección. Esto eleva los niveles de estrés del perro, genera perros menos creativos, con peor pensamiento lateral e incluye el miedo a sus vidas, deteriorando notablemente nuestro vínculo con él. Y diréis: no es así, a mi perro le digo “NO” o “EY, PARA” y se está quieto. Pero vamos a ver las cosas con más perspectiva, vamos a pensar en esos perros que caminan con correas muy cortas, collares de ahogo y a los que se les corrige constantemente bien sea física o verbalmente. ¿No os habéis fijado que un gran porcentaje de esos perros muestran reactividad u otro problema de conducta?
Y es justo por lo que comentamos, al elevar sus niveles de estrés, miedo y generar frustración, obligamos al perro a reaccionar, a elevar sus señales comunicativas y mostrar su malestar respecto a esa situación.
Nosotros no decimos que el perro pueda hacer lo que quiera cuando quiera, pero sí decimos que aplicar correcciones es contraproducente y genera problemas de conducta a medio-largo plazo.
Optamos firmemente por una educación amable, basada en el conocimiento, la empatía y el compromiso a la hora de tratar un perro con problemas.
Y con esto no estamos juzgando a nadie, todos nos equivocamos (nosotros los primeros) y podemos recibir información incorrecta que nos haga fallar. Pero lo importante es mejorar y llegar a conseguir una convivencia sana entre perros y personas, no quedarnos en los errores del pasado.
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