El adiestramiento es, sin duda, una de las formas más comunes a la hora de referirnos a la forma de acompañar, educar, guiar, instruir, manejar… a un perro.
Pero preguntémonos qué es realmente eso de adiestrar a alguien.
Dice el diccionario que adiestrar es: “Hacer diestro, enseñar, instruir”. y “Amaestrar, domar a un animal.” Estas son las dos definiciones que nos da el diccionario para esta palabra.
Hacer diestro en una tarea puede ser algo como saber varios ejercicios de obediencia, buscar encontrar y señalar una sustancia, etc. Pero, ¿realmente es natural para un perro el ser adiestrado?
Mi opinión es bastante clara al respecto: NO.
Si observamos el comportamiento de un perro interviniendo lo menos posible, podremos darnos cuenta de lo que realmente necesita. Que suele ser libertad, posiblidad para ejercitarse de forma adecuada, unas relaciones sociales adaptadas a su estado físico y mental, tener las necesidades básicas cubiertas y un grupo al que pertenecer. Pero no aparece la necesidad de saber realizar ejercicios de obediencia, ni deportes o disciplinas caninas en general.
¿Por qué “funciona” y demandamos el adiestramiento para los perros con los que convivimos?
Es fácil: porque a través del adiestramiento podemos conseguir que el perro deje de emitir esa conducta que a los humanos nos molesta, y “solucionar” el problema. Aunque esto, realmente, tiene serias consecuencias futuras, ya que estamos inhibiendo la comunicación del perro ante un problema que él está experimentando. Y estamos tratando el síntoma, de una forma antropocéntrica, en vez de centrarnos en el origen de ese conflicto y tratarlo desde ahí.
No estamos aportando bienestar a la vida del perro, lo estamos aportando a la vida del humano, a costa de deteriorar la salud emocional y a veces física de dicho perro.
Adiestrar es abusar del proceso de domesticación y del gregarismo resultante de éste proceso. Es jugar con nuestra posición de poder frente al perro, y es disfrazarlo de buenismo, al decir que le estamos ayudando o educando.
El adiestramiento, en muchas ocasiones, lo que esconde es un dogmatismo, donde el humano dicta y el perro acata, aunque sea a través del refuerzo trófico, como puede ser un trozo de salchicha.
La educación canina basada en el respeto al perro y a la persona, plantea una convivencia basada en cubrir de forma adecuada las necesidades básicas de ambos individuos, dotándoles de las herramientas necesarias para afrontar las vicisitudes del día a día o los problemas resultantes de traumas pasados.
Este modelo de educación individualiza a cada familia y a cada individuo para adaptar su planteamiento a las circunstancias vitales que están experimentando. Plan que por supuesto debe de ser flexible y estar sujeto a cambios y modificaciones.
La educación canina que se basa en la empatía, la amabilidad y respeto, escucha y habla, dialoga. Mientras que el adiestramiento únicamente ordena, de una forma más o menos sutil.
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